9/5/17

Peligro para la integridad física y psíquica de los jurados

Por Argentina sin Juicios por Jurado

Film que trata sobre la coacción a un miembro del jurado

La integridad física y psíquica de los jurados es una cuestión que siempre se descuida. En el afán de implementar el demagógico sistema de juicio por jurados, no se evalúa de modo serio el impacto que habrá de producir el mismo sobre los futuros miembros del jurado.

Una de las mayores preocupaciones de los ciudadanos que son o pueden llegar a ser candidatos a actuar como jurados es la seguridad personal. A quienes se los obliga a actuar como jurados temen que el imputado (y sus familiares) o las víctimas (y sus familiares) tomen represalias.

Para la ciudadanía la propia seguridad (y la de sus seres queridos) es un tema principal. La mayor reticencia de la población a participar como jurados es, sin duda, por este motivo. Los ciudadanos, que frecuentemente han sido víctimas de hechos de inseguridad, temen también ser víctimas de alguna revancha motivada en el veredicto que dicten al actuar como jurados en un juicio criminal.

No se trata, por cierto, de una cuestión menor, porque la falta de seguridad personal puede influir en el veredicto del jurado y volcar indebidamente el juzgamiento hacia una condena o absolución, aunque sean contrarios a la prueba producida. Un jurado coaccionado, ante la perspectiva de sufrir represalias, tal vez se incline por un veredicto injusto

Tampoco es menor el peligro que se corre de victimizar a los jurados al obligarlos a juzgar en causas criminales. Ni tampoco es infundado el miedo de los ciudadanos a ser jurados. Hay que reconocer que los miembros del jurado son personas más vulnerables a las agresiones físicas y verbales. Y lo son por muchos factores que no siempre se tienen cuenta.

En primer lugar, los jurados son personas físicamente más vulnerables que los jueces. Los jueces no son tan numerosos e intervienen en muchos procesos, lo cual hace posible su custodia, incluso por tiempos prolongados. Además, su número limitado permite desplegar investigaciones a los fines de dar con los autores de las amenazas y así hacer cesar la situación anómala.

Distinto es el caso de los jurados. Es prácticamente imposible garantizar la integridad física de todas las personas que actúan como jurados. En un solo juicio tenemos a 12 personas a las cuales potencialmente se debería proteger. Y por cada siguiente juicio criminal serían otras 12 personas diferentes. Las fuerzas policiales no darían abasto para garantizar la integridad física y psíquica de todos los jurados y sus familiares.

En segundo lugar, los jurados son personas psíquicamente más vulnerables que los jueces. Los jueces están habituados al trato con los malvivientes. En más de una ocasión han recibido insultos o amenazas por parte de ellos o sus familiares, pero saben que tienen la autoridad para hacer cesar tales actos y los recursos para garantizar la propia seguridad, lo cual les brinda una mayor tranquilidad psíquica.

En el caso de los jurados, para ellos toda la situación es nueva. No están acostumbrados a los insultos ni las amenazas, y tampoco tienen la autoridad ni los recursos para poder sobrellevar la situación. Es muy grande la presión que ejerce sobre los jurados la coacción del imputado (y sus familiares) o de la víctima (y sus familiares).

Tampoco es menor el peso de la responsabilidad que implica juzgar a una persona (que la mayoría de los jurados no sabe sobrellevar). Un juicio es muchas veces un evento traumático para los jurados, que no saben bien cómo afrontar una situación sobre la que no tienen control y que es absolutamente inesperada. «Es un shock y el shock produce trauma», advierte la psicóloga social e investigadora de la Universidad de la Coruña Adina Dumitru. «El participar, incluso aunque solo sea como testigo, de eventos tan dramáticos y horrendos siempre deja una huella y, al menos momentáneamente, trastorna», añade. Provocan con frecuencia que durante los días que se celebra la vista oral los jurados padecen insomnio o problemas gástricos. Estudios en EE.UU. señalan que en sus casos más extremos pueden llegar incluso a las fobias».

Por último, los jurados son personas funcionalmente más vulnerables que los jueces. El cargo funcional brinda cierta protección a los jueces. Los imputados (y sus familiares) y las víctimas (y sus familiares) actúan con mayor respeto ante su investidura. Saben que si el juez recibe una intimidación psíquica o física, tiene la autoridad y los recursos para perseguir y hacer cesar tales inconductas.

Los jurados, por el contrario, carecen de algún cargo funcional que actúe de escudo contra los prepotentes. Y también carecen de la autoridad y los recursos para poner freno a la intimidación y las represalias. El imputado (y sus familiares) y la víctima (y sus familiares) saben que no es lo mismo coaccionar a un juez que a un vecino cualquiera. Y los frenos a estas inconductas son, por ende, mucho menores.

Los gobernantes que han impuesto a los ciudadanos la obligación de impartir justicia, no debieran desentenderse de su integridad física y psíquica. Los jurados habrán de afrontar los peligros inherentes a la obligación legal a la que han sido sometidos, y merecen que se les brinde la protección física y psíquica adecuada.

Es presumible que el sistema de juicio por jurados habrá de provocar una mayor cantidad de víctimas de juzgamientos erróneos (los errores judiciales se han multiplicado en todos los países en que se ha aplicado este sistema). Sería muy bueno tomar todas las medidas de seguridad adecuadas para evitar que ―además de perjudicar a los justiciables― se ponga en peligro la integridad física y psíquica de los jurados.

Máxime cuando sobran los antecedentes en que el miedo de los miembros del jurado ha tomado un total protagonismo en el juicio por jurados.

En primer lugar, existen casos registrados en que el juicio por jurados se frustra por el miedo que siente el jurado popular. En Argentina, más precisamente en la provincia de Buenos Aires, por primera vez el temor de los jurados ha frustrado la realización de un juicio por narcotráfico. 

No faltan tampoco casos comprobados de jurados en peligro. En Argentina tenemos varios ejemplos. Se registra al menos un caso en Córdoba en el proceso seguido contra Leandro Funes y otro muy reciente en Neuquén en el caso en el que Andrés Cahimpán fue acusado del homicidio de Rodolfo Oscar Barría. Los jurados también han sufrido amenazas y otros eventos traumáticos en España, en Nicaragua, en Panamá y en El Salvador.

También hay casos comprobados de juicios condicionados por el miedo. En Argentina tenemos un muy reciente ejemplo en Neuquén en el caso del homicidio del pequeño Rodrigo Gallardo y en España es célebre el caso seguido contra Mikel Otegi, miembro de E.T.A., que tuvo en vilo al jurado durante todo el juicio. Los casos más graves se han producido en Panamá, donde el temor ha influido en más de un veredicto.

En todos los casos tomamos ejemplos de países de habla hispana y en los que el juicio por jurados es relativamente reciente. En los países de tradición juradista, como Reino Unido y EE.UU., sería totalmente imposible recolectar la inmensa cantidad de casos en que los jurados han padecido situaciones de peligro para sus personas.

El juicio por jurados introduce serias amenazas y situaciones traumáticas a los miembros de los jurados populares. ¿Cuál sería la medida más efectiva para garantizar la integridad física y psíquica de los jurados? Sin lugar a dudas: suprimir el juicio por jurados.

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